Más allá del código: el programador como tomador de decisiones en tiempos de IA

Escribe Ariel Bensussán, Solution Architect de Baufest

El Día del Programador no es una efeméride cualquiera: se celebra el día 256 del año (13 de septiembre) como un guiño al corazón binario de la informática, ya que es precisamente ese número el máximo que puede representarse en un byte. La fecha nació en Rusia y en 2009, el entonces presidente ruso Dmitri Medvédev firmó el decreto que la oficializó como homenaje global.

Este año la celebración llega con una pregunta urgente: ¿qué lugar ocupa hoy el programador cuando los modelos de Inteligencia Artificial (IA) ya pueden generar, probar e incluso mejorar el código? Esa inquietud, que hasta hace poco parecía futurista, hoy es palpable e incluso, muchos temen que la IA reemplace al programador. Sin embargo, la realidad es muy distinta, porque lo que está haciendo esta tecnología es liberar su tiempo y energía de tareas repetitivas, permitiendo que los desarrolladores se concentren en lo que realmente agrega valor: diseñar soluciones digitales, innovar en productos digitales y resolver los problemas más complejos del negocio.

Sin duda, estamos ante una revolución silenciosa en el código. La llegada de la IA está redefiniendo el oficio del programador. Hasta hace pocos años, escribir código era un proceso bastante más desafiante: aprender un lenguaje desde cero, pasar horas investigando soluciones y crear cada línea casi como si fuera una obra personal. Hoy, en cambio, el programador se parece más a un piloto de avión moderno: sigue al mando, pero asistido por un conjunto de sistemas avanzados que automatizan tareas, sugieren rutas y hacen que la navegación sea mucho más eficiente que en los tiempos del piloto que miraba hacia el costado por la ventanilla para orientarse en los cielos.

Esa analogía refleja cómo la IA se ha convertido en un copiloto poderoso. Permite trabajar en lenguajes desconocidos, resolver problemas con mayor velocidad y explorar posibilidades que antes parecían imposibles. Pero con ese poder, llega también una gran responsabilidad: hoy no basta con aceptar de manera automática lo que propone un modelo, sino que el rol del programador se expande hacia un curador de soluciones, alguien que valida, ajusta y da sentido a lo que la IA sugiere y lo integra dentro de la solución completa que se está construyendo.

Ante este panorama, el programador tiene que dejar de ser visto como el que “escribía” software línea por línea, enfrentándose a maratones de código y pruebas infinitas. Ahora, apoyado de herramientas como GitHub Copilot, y modelos avanzados como Gemini, Claude o GPT de OpenIA, se gesta una colaboración constante entre el talento humano y algoritmos.

En ese sentido, concuerdo con Bill Gates, quien insiste en que la IA es un asistente formidable, no un sustituto. En su visión, la programación sigue siendo alfabetización esencial del siglo XXI, porque define cómo se articulan datos, procesos y decisiones. Su frase lo resume, “los programadores no serán reemplazados, sino potenciados por la IA”.

Diversos estudios han comenzado a medir el verdadero impacto de la IA en el trabajo de los desarrolladores. Uno de ellos es el informe Measuring GitHub Copilot’s Impact on Productivity, el cual muestra que, en entornos controlados, el uso de asistentes de código permite completar tareas hasta un 50% más rápido, lo que sugiere un salto tangible en eficiencia y productividad. Considerando esta cifra, y que otros informes discrepan sobre este porcentaje, en Baufest proyectamos un rango de referencia más razonable: una mejora promedio de la productividad de los developers de entre el 20% y 30%.

Si bien, la IA puede convertirse en una gran aliada para los programadores, existen por lo menos 5 aportes claves que hoy y a futuro seguirán brindando los profesionales del desarrollo.

  1. Guía de la Inteligencia Artificial. Conviene recordar algo que a menudo se pasa por alto, la IA optimiza lo que le pedimos, con los datos que le damos y dentro de los límites que le establecemos. Una consigna mal planteada acelera el error, y un diseño bien pensado multiplica el impacto positivo. Uno de los diferenciales del programador de hoy no está en memorizar comandos, sino en decidir qué respuestas de la IA resuelven efectivamente los problemas que se le plantean y aceptarlas como parte de una solución integral.
  2. Creatividad en la resolución de problemas. La IA puede sugerir soluciones, pero es el criterio humano el que conecta la tecnología con la necesidad del negocio. Los programadores aportan creatividad para encontrar caminos únicos y prácticos ante desafíos que no siempre tienen una respuesta “en los datos” o “en los modelos preentrenados”.
  3. Visión estratégica y contextual. El código no existe en el vacío. Los programadores entienden el entorno de negocio, la experiencia del usuario y las metas de cada organización, conectando los desarrollos con objetivos estratégicos. Esa mirada integral es irremplazable.
  4. Criterio profesional. Evaluar las propuestas de la IA exige un juicio experto que va más allá de verificar la correcta aplicación técnica. Implica medir su coherencia con los valores sociales, la experiencia del desarrollador y los objetivos de negocio. Esta libertad y responsabilidad de aceptar, ajustar o descartar respuestas automatizadas se convierte en el eje fundamental de la labor de un programador moderno.
  5. Liderazgo y colaboración en equipos multidisciplinarios. El desarrollo de software no es solo código, sino integración de las personas de distintas áreas: negocio, diseño, producto y tecnología. Los programadores colaboran en la co-construcción mediante la comunicación y la capacidad de trabajo en equipo, garantizando que las soluciones sean creadas de manera colaborativa.

La Inteligencia Artificial no significa la extinción del rol del programador, sino su expansión. Aunque ciertas tareas se automaticen, surgen nuevas funciones como la ingeniería de prompts, la seguridad y evaluación de modelos, así como la gobernanza y la ética de la IA. En este contexto, el desarrollador deja de ser solo quien escribe líneas de código y se convierte en un tomador de decisiones, combinando criterio técnico, visión de negocio y responsabilidad social.
El Día del Programador, entonces, no celebra únicamente la destreza técnica, sino la capacidad de decidir qué problemas vale la pena resolver y cómo hacerlo con propósito. La ventaja competitiva ya no radica solo en la velocidad y cantidad de lenguajes que se conoce, sino en la formación continua, el pensamiento crítico y la responsabilidad al diseñar, evaluar y poner límites. La IA puede dictar el “cómo”, pero el “para qué” sigue estando en manos humanas, reafirmando a la programación como una profesión en evolución constante y con nuevas oportunidades por descubrir.

(*) Ariel Martín Bensussán: Solution Architect de Baufest